Las monedas vuelven al templo

EL zornotzarra Alfredo Berrojalbiz entregó ayer al párroco de la basílica de Durango ocho monedas de los siglos XVIII y XIX. La curiosidad de la donación no trascendería de ahí si no fuera porque él, siendo niño, jugando, las cogió a modo de tesoro infantil de entre los escombros de la iglesia bombardeada en 1937. "¡Setenta años después vuelven al lugar donde estaban!", dice emocionado Alfredo. Sus experimentados dedos hacen aparecer de una bolsa de joyas una moneda grande de cuatro maravedíes de 1788, de tiempos del rey Carlos III, acuñado en el bronce como Carolus III. A continuación, vio la luz dinero de la época del rey Ferdin VII, haciendo clara referencia a Fernando VII. La moneda más actual es de 1901. "Recuerdo que las cogí del centro de la iglesia, donde ahora hay pasillo y en aquellos tiempos había sillas e, incluso, sepulturas. Yo creo que las monedas eran de los responsos", valora quien las tomó "prestadas". Pero han estado a buen recaudo". "¡Y tanto!", se apresura a decir con una carcajada su mujer, Felisa Zenigaonaindia. "Menuda joya. A mí no me las deja ni oler", bromea. Y ambos ríen juntos.
El matrimonio entregó el tesoro ayer por un motivo. Son sabedores de que en las próximas semanas el Museo de Arte e Historia de Durango va a inaugurar una exposición sobre el 500 aniversario de la primera acta bautismal de Santa María de Uribarri. La efemérides se cumplirá el 6 de enero de 2010. "Imaginé que en la exposición irían fotos y pensé que las monedas aportarían algo diferente", agrega Berrojalbiz.
El párroco, José Mari Kortazar, agradeció el detalle. "No sé -apunta el sacerdote- si tienen valor o no, pero el gesto no tiene precio. Las ha conservado y las ha querido devolver. Tienen mucha más historia".
Alfredo se emociona con dos pasiones. Una, casualidad, la numismática. Quizás aquel día de 1939 arrancó en su persona esta afición. La otra, la filatelia. Este hobby pudo tener un origen para él en Inglaterra. A la isla viajó el 21 de mayo de 1937. Zarpaba de Santurtzi junto a los cuatro mil niños del buque Habana que quiso poner a salvo el Gobierno vasco. A salvo de la sinrazón de la dictadura española. El joven Alfredo Berrojalbiz arribaba en St. Dominies Convent con 11 años y dos hermanos más, José Manuel e Iñaki. Entre interminables lloros de desarraigo, los anfitriones ingleses quisieron barrenar aquellas ansiedades infantiles con una distracción ofrecida sobre las camas de los pequeños. "¡Nos echaron un montón de sellos!", recuerda el hoy poseedor de cuatro mil timbres de correo. La peor experiencia la vivió su hermano Iñaki, tal vez el niño de menor edad que viajó a Inglaterra. Acababa de cumplir cuatro años, un periodo de vida no permitido para salir al exilio. Alfredo tira de la madeja: "Teníamos al abuelo enfermo. La familia decidió darle a Iñaki el permiso de mi hermana María Ángeles, para que ésta se quedara a cuidar al abuelo. ¡Hacía falta!". Con todo, Alfredo se vio en la tesitura de argumentar a los ingleses el porqué de un nombre de mujer para el benjamín de aquellos niños. De vuelta a Euskadi, la guerra seguía latiendo arrítmica. El templo de Santa María de Durango permanecía, intacto, es decir, derruido. El juego les llevó a las monedas que hoy vuelven a ser parte de la basílica y de la historia de Durango.

Fuente:www.deia.com

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