Denario de Bronce forrado de plata |
En las vitrinas se pueden ver monedas griegas, iberas, romanas, visigodas, medievales, modernas o contemporáneas falsas, como los duros acuñados en la época de Franco o los billetes de euro, sobre todo los de 50 euros que al ser los de mayor uso son los que más se copian. Cuando es posible, junto a las falsas se han colocado las mismas monedas verdaderas. Imposible de ver las diferencias. La legislación para intentar atajar esta práctica es continua. Casi todas las sociedades han aplicado las penas más severas para los falsarios: desde morir en la hoguera a la condena en las temidas galeras en la edad moderna.
Pero la falsificación tiene su lado positivo. Según el comisario de la exposición, el conservador del MNAC, Albert Estrada-Rius, "la lucha contra el fraude ha hecho que se mejoraran cada vez más las acuñaciones, estimulando a las cecas a estampar mejor, hacerlas más redondas, incorporar cordones perimetrales para evitar el cercenado y perfeccionar la técnica, como cuando se empezó a emplear el molino hidráulico que produjo monedas excepcionales y, por un momento, se llegó a pensar que con este método se acabaría con el fraude". Pese a todo, los sufridos usuarios seguían siendo engañados y no les quedaba más remedio que morder la moneda para saber si estaba forrada, lanzarla contra un mármol para ver el ruido que hacía o pesarla. "Proliferaron los especialistas y pesadores que en cualquier esquina verificaban una moneda", asegura. Si no era auténtica, la moneda se cortaba por la mitad, se agujereaba o se estampaba con un sello de falsa y se retiraba de la circulación. "Se desmonetizaba", explica.
"Ha habido épocas en las que la falsificación era marginal, otras era una práctica muy extendida e incluso protegida por los monarcas para especular o enriquecer las arcas de su estado", asegura Estrada-Rius. Casi todas coinciden con épocas de crisis "como la de principios del siglo XVII, donde se vivió una eclosión y no se hablaba de otra cosa. O la de ahora, que es una buena época para falsificar", bromea.
En la exposición (abierta hasta enero de 2012) se pueden ver los grilletes que arrastraban los condenados por este delito y se apuntan los lugares donde más moneda falsa circulaba de mano en mano: los mercados y las tabernas, donde era imposible comprobar su autenticidad. Parte del material actual, sobre todo el referido a la falsificación del "dinero de plástico" proviene de la Policía Nacional, encargada de perseguir este delito en la actualidad.
La exposición concluye con una máquina que permite saber si los billetes que llevamos encima son falsos. Nadie se resiste.
Fuente:elpais.com
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