El cerdo como moneda de cambio

Según un nuevo estudio publicado la semana pasada en la revista 'Science', es posible que algunas sociedades primitivas tuviesen formas efectivas propias de acabar con la guerra, más allá de la creación de instituciones capaces de gestionar los conflictos entre individuos o grupos de personas, tal y como sucede en occidente.

La antropóloga de la Universidad de Utah Polly Wiessner, autora principal del estudio, se basó y el estudió el sistema de resolución de conflictos de las tribus Enga de Papúa Nueva Guinea, que pueden ser un ejemplo sobre cómo evitaban la guerra nuestros ancestros cuando las sociedades aún eran más reducidas y simples.

Las tribus Enga, aisladas del mundo exterior hasta la década de 1950, habían luchado durante siglos con arcos y flechas para resarcirse frente a insultos o heridas, para mostrar su fuerza o restablecer el equilibrio de poderes. La introducción de la patata dulce hace 350 años provocó importantes cambios económicos y desplazamientos de población que produjeron guerras. Y, para resolverlas, se creó un sistema ceremonial de intercambio llamado Tee y pensado para restablecer los lazos rotos durante el enfrentamiento.

El cerdo como moneda de cambio

 Este sistema de justicia se basaba más en la compensación de quienes hubiesen sufrido algún daño que en el castigo. El principal elemento de compensación eran los cerdos. Así implicaba a 60.000 personas y la entrega de cientos de miles de cerdos, explica Wiessner Los cerdos eran la moneda de cambio, añade.

 El último Tee se celebró en 1979, cuatro años después de la independencia de Papúa Nueva Guinea, en 1975. Con la independencia crecieron las desigualdades sociales y los conflictos resurgieron y se agravaron.

La llegada de las armas de fuego

 Mientras que en las guerras se utilizaban durante siglos arcos y flechas, con pocos muertos a partir de 1990 una incorporación tecnológica cambió por completo la situación. Jóvenes de los clanes introdujeron armas de fuego automáticas y se empezaron a contratar mercenarios para resolver los conflictos. Las muertes pasaron de 33,5 por conflicto a multiplicarse por más de cinco (19 por guerra) . Entre 1991 y 2010 el caos de apoderço de los clanes y se produjeron 500 guerras que acabaron con la vida de 4,816 personas, casi un uno por ciento de los Enga, que son medio millón.

 Tras años de interminables venganzas, los Enga se cansaron de la guerra. Según explica Wiessner, la gente era desplazada de sus tierras y tras años de conflicto estaban agotados económicamente. Junto a este aspecto económico y en parte gracias a él, los tribunales tradicionales volvieron a tener fuerza y a resolver los enfrentamientos de acuerdo a las necesidades de aquellas comunidades, restaurando las relaciones con una especial atención a las compensaciones.

Su sistema se construye sobre la restauración del respeto, la aceptación de la responsabilidad y el pago de una compensación, apunta Wiessner. El sistema judicial occidental está pensado para una sociedad más amplia y anónima, afirma. Nuestro sistema es bueno sacando de la circulación a los delincuentes -el suyo no- pero con frecuencia el infractor no acepta la responsabilidad ni compensa, con lo que la víctima no obtiene nada, añade la autora del estudio. El sistema de justicia Enga acaba pocas veces con el delincuente en la cárcel, pero las víctimas suelen recibir algo que les ayuda a superar el daño que les han causado.

 El análisis del comportamiento de los tribunales de los enga puede servir para comprender el modo a las ancesntrales sociedades de cazadores-recolectores. El sistema de los Enga muestra como una justicia racional donde el propio damnificado no trata de ajustar cuentas y se somete a la tribu.

Fuente:eleconomista.es

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