La vida escrita en medallas. Entrevista a Carlos Martín

Argentina. Aún lo recuerda y se lamenta.
Carlos Martín era empleado de la Junta Nacional de Granos, pero por su dedicación y esfuerzo llegó a ser el jefe de zona más joven del país. Su jerarquía se asemejaba a un gerente de Buenos Aires, aunque vivía y trabajaba aquí.
En reiteradas ocasiones viajaba a esa ciudad por cuestiones laborales; pero el viático que cobraba nunca lo utilizaba correctamente. Es decir, en vez de afrontar los gastos que la gestión en la Capital le demandara, el destino del mismo siempre eran librerías y casas comerciales. Tenía cierta predilección por los libros y sobre todo por las monedas y las medallas. Adquirió en esos años, en especial entre las décadas del ‘60 y ‘70, la mayor cantidad de material. Usted se preguntará de qué se lamenta Carlos, simplemente de no haber gastado el doble en esa pasión que es el coleccionismo y la numismática.
Pese a ello, al día de hoy se siente satisfecho, porque puede sentarse tranquilamente a observar y estudiar sus pertenencias.

LOS INICIOS

En una tarde pesadísima, con las nubes a punto de parir su diluvio, me siento en el living de su casa a escuchar su historia.
Cuenta que desde niño, cuando corría por los pasillos del colegio primario, tenía una punta de flecha en una cajita de madera, que aún conserva. Las bolitas de vidrio formaban parte de su peculio, y mientras me lo dice se da vuelta y me señala una pequeña botella con algunas de ellas. Fue creciendo y guardando algunos objetos que la curiosidad le señalaba. Dice entusiasmado, “siempre me gustó tener algo, empecé con los libros de autores villamarienses, una vez me regalaron Robinson Crusoe, lo devoré y luego me hice un adicto de Julio Verne.”
En su juventud debió hacer el servicio militar, participó de la Revolución del ‘55 en un curso de aspirantes a oficiales de reserva, cuya duración sería de dos meses; pero la Argentina transitaba por años “aciagos” y terminó el mismo luego de un año y medio.
Cuando Carlos regresó, agregó a sus actividades el coleccionismo. Consultado por la naturaleza de esta actividad nos dijo que “según una definición que hacía el presidente de la Asociación Numismática Argentina, el coleccionismo era un grado de locura, y clínicamente estaba comprobado… Una locura mansa.”
Paulatinamente, el gusto personal lo fue llevando a inclinarse primero por las monedas y luego por las medallas.
Afuera la tormenta hacía de las suyas, y como un relámpago traído por ella, Carlos saca de su memoria uno de los momentos que le fueron marcando su camino. Rememora un viaje con el presidente de la Asociación Numismática Argentina, quien le dijo premonitoriamente, “‘- Negro, coleccioná las medallas de Villa María, te van a dar mucha satisfacción’. Y yo, que era un ignorante, le contestaba que cuando tuviera diez o doce las tendría a todas. El me respondía, ‘-empezá; las características de una ciudad como Villa María, con una importante colectividad italiana, una española que es adicta a la medalla… tienen que haber muchas medallas.’ Y tenía razón. ‘De esa manera comenzaba este viaje de coleccionar, estudiar y ordenar las medallas’’’.
HISTORIA DE
LA CIUDAD

En esos viajes que mencionamos más arriba, los comerciantes a los que Carlos frecuentaba, le guardaban su paquetito con material, con su nombre y su precio. En una oportunidad, caminando con su señora por calle Corrientes, su vista curiosa se clavó en una de las vidrieras, no lo podía creer. Estaba allí, había un medallón de casi 90 milímetros de módulo, cuyo texto rezaba: “Sociedad Rural de Villa María - 3ra. Exposición - 1904”. En instantes ideó su táctica. No podía ir él a preguntar su precio, su figura ya era conocida por esos lugares y seguramente el cobrarían el doble de lo que valía. Así fue como su señora entró con el pretexto de querer la pieza para adorno en la cocina o en algún estante y salió, asombrada por su costo. Carlos, que en ese momento disponía del dinero, sacó del bolsillo, los contó y a los pocos segundos esa reliquia ya era suya.
Después de su narración, gira, abre un mueble y me coloca en la palma de mis manos el imponente y pesadísimo objeto. “Es un testimonio histórico para Villa María, porque está fresca la discusión que hay sobre las exposiciones en la ciudad y muchos dicen que acá empezaron en la década del ‘10. En 1904 ya estaba ésta que confirma que es la tercera exposición, quiere decir que como mínimo hubo una exposición anterior. Esto hace a la historia de la ciudad, cuando uno aprende a leer la medalla te da referencias históricas que son indestructibles como el metal con las que fueron hechas”.
El año 1967 fue clave en materia medallística para Villa María, por única vez se hizo una exposición de filatelia y numismática. Quien nos cuenta los detalles, participante activo de dicho evento, quiere repetir el acontecimiento junto a compañeros del ramo, pero sus voces de solicitud de apoyo aún no encuentran el eco que necesitan. Antes de esa exposición, quienes se dedicaban al rubro, habían expuesto en todo evento al que fueran invitados y esa actitud le sirvió para tender redes y traerlos a la ciudad. El amplio gimnasio del Colegio Rivadavia se pobló con más de 140 expositores de filatelia y alrededor de 40 en numismática. “¡Qué material que había!” Carlos, no puede ocultar su emoción.
“Estaba aquí, la colección completa de lo que se conocía de Córdoba, las monedas de oro de todos los años incluidos las onzas riojana, los escudos de Potosí, había cada pieza que eran fabulosas”. Como si fuera ayer, se explaya perfectamente sobre las medidas de las mesas, los invitados y el público presente. Personalidades importantes no faltaron, como el doctor Jorge N. Ferrari, quien fue el que hizo la catalogación de la moneda de Córdoba y La Rioja. Ferrari junto a más invitados especiales se alojaban en el Palace Hotel, pero pasaban su tiempo en la casa de Martín, sentados en los mismos sillones que ahora estamos nosotros.


MEDALLAS LOCALES

“¿Con qué puede arrancar la colección de Villa María?” Me pregunta él a mí. “Con la inauguración del Ferrocarril, pero la inauguración en Rosario, aún aquí no había llegado”, se responde.
De esa manera comienza a mostrarme su colección más preciada, perfectamente ordenada en un hermoso mueble con múltiples bandejas que se despliegan para el deleite. Cada cajón tiene alrededor de 35 medallas, con su respectiva ficha informativa. Están allí también los rótulos de aquellas que, pese a la búsqueda de años, no ha podido conseguir pero que conoce de su existencia, inclusive algunas fotocopias que nos dan la idea de su forma, tamaño y motivos.
La muestra sigue con las medallas del Ferrocarril Andino, la que se hizo con la inauguración de los trabajos, aquella que se presentó cuando el tren llegó a Mendoza, a Córdoba… tiene piezas de un par de años antes de que se fundara Villa María. Otras son las de las logias masónicas, la Escuela de Artes y Oficios, la del Colegio San Antonio, la celebración de la Confraternidad Argentino-Española, la inauguración del Ferrocarril Francés…
Su colección posee además la pieza que corresponde al 9 de julio de 1916; también me muestra una medalla realizada en alpaca y sahumada en oro, que fue el premio del Corso de calle Perú en 1911.
Cuando le consulto por la cantidad de medallas en total, me contesta que un par de miles; “le puse mucho esfuerzo y mucho dinero; pero hoy haciendo el mejor negocio es imposible poder recuperar la inversión, aunque el valor afectivo supera todo pensamiento económico”. En cuanto a las de Villa María estima tener un poco más de 200 y calcula que la existencia de 400 en toda la historia de nuestra localidad.
Y sigue mostrándome las preciosidades con las que cuenta, como una de ellas que celebra el Día del Viajante, cuyo grabado ofrece a mi retina la postal de una Villa María pujante, con un típico viajero con sus valijas, su auto y detrás la ciudad con sus postes de luz, las fábricas, las casas en el fondo. Un objeto hermoso y emotivo. Carlos me explica que como nuestro pueblo quedaba a mitad de camino entre Córdoba y Rosario, muchos de esos viajantes paraban en el recordado Palace Hotel y aquí lo celebraban con un día para ellos, fiestas, picnic y otros agasajos.
Continuando con este recorrido, aparecieron ante mí varias medallas más que el espacio no me permite describir, pero que tienen historias muy emotivas, como la de Fray Luis Beltrán.
A pesar de que los villanovenses creen no tener más medallas que las del Tranway Olmos y la de la Virgen por la inauguración, Carlos cuenta con unos cuantos ejemplares referidos a Villa Nueva.
También es suyo un ejemplar que le enviaron con motivo de un centenario de Savigliano, la ciudad italiana hermanada con Villa María, y una colección de medallas de Córdoba y de ciudades del interior de la provincia.

JUNTADORES Y
NUMISMATICOS

Carlos Martín es subdirector del Archivo Municipal de Historia, pero es ante todo un numismático de primer nivel en la ciudad. Una persona que ha dejado su vida por el estudio y la pasión de coleccionar elementos que nos ayuden a no olvidar el pasado.
Según su clasificación, quienes gustan de esta actividad se pueden clasificar en tres grados: el “juntador”, el coleccionista y el numismático. Es mucha la gente que tiene monedas de otros países que llegan de la mano de algún pariente, por amigos, por algún viaje… No importa la cantidad, puede tener de una a 200 mil monedas; pero nunca se toma la tarea de ordenarlas, clasificarlas por algún tópico (países, motivos, metales, iconografía, flores, animales…), sólo tiene el material, lo junta. Posteriormente está el “coleccionista”, que es similar al juntador, pero que posee cierta especialización que lo obliga a categorizar las piezas por alguna de sus formas. Este es el paso intermedio, el puente que posibilitará la llegada del último grado. El estudioso es quien, verdaderamente, debe llevar el nombre de “numismático” y que es una posición que la Academia Argentina de Numismática y Medallística acepta, así como lo aceptaba la Asociación Numismática Argentina. Sentencia nuestro entrevistado, “no es numismático que tiene un negocio para vender moneditas sino el que conoce, no es el que junta, sino aquel que sabe lo que tiene, que investiga por qué se hizo, qué ley la creó y en homenaje a quiénes fueron hechas.”
“La antigua acepción del Diccionario de la Real Academia Española (continúa Carlos), era el estudio de las monedas y las medallas. Iban juntas por la simple razón de que se hacían con los mismos metales que las monedas, con el mismo tamaño, el mismo peso y los que las recibían las ponían en el circulante como si fueran monedas”. Esto quiere decir, que dependiendo del fin con que fueran hechas las mismas se convertían en un uno u otro objeto.
Vale recordar que en la Barcelona de los años ‘60, se realizó un congreso y los estudiosos resolvieron que el término “numismática” debía ser exclusivo para las monedas y que se debía crear uno nuevo, el de “medallística”, para referirse al estudio de las medallas como único objeto de estudio.

FUENTE
DE
APRENDIZAJE

Estas dos ramas auxiliares de la historia ayudan a comprender y ha confirmar hechos y costumbres de las distintas civilizaciones donde fueron acuñadas. “Cuando alguien ve una de las monedas antiguas, como la que Hércules tiene en su cabeza un cuero de león, no es casual dicho motivo. Esa fue una de las siete tareas que le encomendaron: matar al león de Nemeas. Lo mató y se puso la piel en la espalda y la boca abierta le cubría la cabeza. En muchos tetradracmas de aquel entonces está esa figura. Esa es una de las más viejas que tengo”, nos dice orgullosamente el entrevistado.
Desde todos estos años en que ha dejado sus horas y sus días, Carlos Martín ha percibido como el común de la gente recepta esta actividad, para muchos de sus amigos simplemente son metales, otros se asombran cuando tienen en sus manos una moneda de 100 años “cuando para un país como el nuestro eso fue ayer, porque hay sucesos que se celebran en el mundo que hablan de 10 ó 20 siglos atrás…”, hay quienes poseen cierto interés pero no pasan el primer nivel que Martín concibió.
Para él es su vida, su tiempo, su estudio, es un gran motor que lo ayuda a levantarse y seguir, ya que le encuentra hasta un costado terapéutico a su actividad. “Hay veces (dice), llego con mucha bronca a casa, me siento en el medallero, las miro 20 minutos y me sirve de sedante. Tenés en la mano el metal, lo sentís y te ayuda a recomponerte”.


A MANERA DE CIERRE

Luego de un par de horas de conversación, nuestro entrevistado nos muestra lo que es el zumo de su colección: la parte artística de las medallas. Una serie de cajones que cobija los trabajos de distintos artistas como Luis Isabelino Aquino, Bigati, Carlos de la Cárcova, Ernesto de la Cárcova, Ricardo Gianeti, Pages, Antonio Pugia, entre otros.
Se destacan entre ellos la medalla con la imagen de Sarmiento hecha por Pages, que al observarla puede presentar dos lecturas según el punto de vista que se adopte; la de Pugia, que muestra un caballo en sobrerrelieve en estado natural y en un bajorrelieve el caballo corriendo carreras, dos imágenes en una que demuestran la cabeza de quienes hacían estos trabajos. No puede quedar en el tintero la obra diseñada e impresa por E. de la Cárcova quien mostró un motivo para la Caja de Ahorro, con una imagen del banco recibiendo los elementos para otorgar un préstamo a una mujer, que lleva consigo una criatura; en frente de ella está otra mujer representando la Nación, quien se encarga de hacer a un lado al usurero que quiere intervenir.
“Para el final te dejo lo que mostraría para el Bicentenario: te voy a mostrar a unas pibas”, me dice sonriente.
Se refiere a una colección completa de 38 piezas que rinden homenaje a cada una de las Patricias Argentinas, quienes fueron las mujeres que colaboraron con la formación de los primeros ejércitos patrios. Se crearon en 1910 por decisión de la Sociedad Patricias Argentinas, grabándole a cada ejemplar el rostro y los datos de dichas mujeres.
Carlos Martín, quien además de haber dado varios diseños para distintas medallas y haber escrito el libro “Villa María en la medalla”, pretende mostrar este material del centenario para el Bicentenario de la Patria. Para ello, tiene preparado un trabajo, las biografías de cada una de las Patricias y las piezas descritas, aunque necesita de un apoyo para concretarlo.
Es así, en la posmodernidad en que vivimos, muchas cosas están perdiendo el valor que contienen y son otorgadas a otras que son superficiales y pasatistas. Sin embargo, el tiempo se valerá de ellas para escribir la historia de los pueblos, las monedas y medallas se conforman como puntos de anclaje donde será posible apoyarse y comprender desde ahí la belleza y el conocimiento que ellas poseen.

Fuente:eldiariocba.com.ar

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